Educación para el cambio
Date : julio 27, 2022
¿Qué sería de nosotros sin la posibilidad de transmitir y recibir conocimiento? ¿Cómo podríamos evolucionar sin dar paso a los descubrimientos? ¿Qué otro papel podríamos tener en este planeta si no es el de ser aprendices? Sin duda, la educación, en todas sus formas, es un eje fundamental para el desarrollo. De hecho, es tan relevante, que impacta en la economía, en la política, y hasta en el ámbito cultural y social.
Por eso, bien lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su Artículo 26, todos tenemos derecho a la educación, y dicha educación “debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental”. Sin embargo, las brechas aún existen y, lamentablemente, no todas las personas tienen acceso a la misma; algunas, porque así lo desean; pero gran parte, porque sus condiciones de vida no se lo permiten, lo cual se ha convertido en un problema, pues esto significa privar a la población de su oportunidad de desarrollarse plenamente, entendiendo que se trata de un proceso lleno de aprendizajes que facilita el vivir en sociedad.
Hablamos de un tema tan amplio que, no abarca simplemente lecciones básicas o profundas sobre idiomas, números o geografía, sino que incluye enseñanzas acerca de nuestra historia y de lo que nos define como territorio; la educación es un punto de partida para mantener nuestra identidad e idiosincrasia. Y, aún más importante, es tan integral, que contribuye en nuestra formación como seres éticos, morales y llenos de valores necesarios para mantener una buena relación con nuestro entorno. A través del famoso ensayo “Los cuatro pilares de la educación”, Jacques Delors lo dejó claro; la educación debe ser un conducto para: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser.
Pero insisto, todavía hay demasiados baches para que la educación impacte positivamente a todas las personas, además, el actual tiempo de crisis en nada contribuye a mejorar esta realidad. De acuerdo al último informe publicado por el Banco Mundial, la Unesco, Unicef, el FCDO, la USAID y la Fundación Bill y Melinda Gates, tras la peor crisis de educación de la historia, la pobreza de aprendizaje incrementó en un tercio en los países de ingreso bajo y mediano, donde alrededor del 70% de los niños de 10 años no pueden comprender un texto simple; resaltando que el mayor impacto respecto a estas cifras se dio en América Latina y el Caribe, lo cual deja en evidencia la urgente necesidad de que los gobiernos, los sistemas educativos y las familias trabajen mancomunadamente para mitigar la problemática.
En Colombia el panorama no es diferente y la deserción escolar no deja de ser un inconveniente notorio. La educación en el país siempre ha sido un tema complejo, sobre todo, en territorios olvidados por el Gobierno, donde la infraestructura es poca, al igual que los cuerpos docentes, la conectividad y los recursos. Según el Laboratorio de Economía de la Educación de la Pontificia Universidad Javeriana, “prácticamente 3 de cada 10 personas de 5 a 24 años de edad indican no estar asistiendo a un establecimiento educativo”, especialmente, por limitaciones económicas. En otras palabras, la inasistencia escolar abunda en los estratos más bajos.
En ese orden de ideas, el sistema le está fallando a cientos de personas, no solo en Colombia, sino en el mundo. La falta de garantías para acceder a la educación está creando círculos viciosos de analfabetismo, desempleo y pobreza. En una familia de escasos recursos, donde no se cuenta con las oportunidades y condiciones necesarias para ir a la escuela, probablemente los más pequeños podrían repetir la misma historia de sus padres, quienes siempre han estado alejados de una verdadera calidad de vida.
La educación siempre debe conducir al crecimiento y a la superación; debe ser una oportunidad para la transformación social y el desarrollo de las naciones. La educación es un puente que nos lleva directo al cambio, al descubrimiento y a la creación de nuevas y mejores realidades.