El impacto de los megaproyectos

Al entender que los megaproyectos contribuyen con el mejoramiento económico y social de un país, también entendemos la necesidad de invertir en ellos para lograr que el territorio avance en temas de desarrollo sostenible, mejore sus condiciones de vida y mitigue índices de pobreza, desigualdad, desempleo y demás.


Dicho de otra forma, reconocer las ventajas que traen los megaproyectos debería ser estímulo suficiente para la ejecución de los mismos; por eso, es más que claro que los gobiernos deben proyectar planes de trabajo cuyo objetivo sea generar un impacto tan positivo como grande dentro de la sociedad, sin dejar de lado el hecho de estar contribuyendo en la construcción de un país que esté preparado para asumir los retos globales y sea capaz de transmitir poder y de estrechar relaciones externas a gran escala, facilitando la conectividad a nivel local, regional, nacional y mundial.


Sin duda, se necesita un compromiso real por parte del Gobierno Nacional quien, además de tener claro lo que pretende ejecutar, debe reconocer los riesgos y obstáculos a los que podría enfrentarse para evitar deterioros graves en el medio ambiente, desconfianza por parte de la comunidad y otros impactos negativos que impedirían el progreso de dichas obras.


En Colombia, dos megaproyectos de infraestructura de quinta generación (5G) permitirán disminuir los costos logísticos del transporte de carga (corredor vial Buga, Loboguerrero – Buenaventura), aplacar los problemas de sedimentación y riesgos de inundación gracias a la intervención del Canal del Dique. Y ello, es un ejemplo claro de que los megaproyectos, como planes de desarrollo urbano, empleados correctamente, tienen todo para transformar parte o la totalidad de un país, permitiendo una economía sostenible y un entorno vital para la sociedad.


Sin embargo, creo que en nuestro territorio los megaproyectos no son prioridad. Cuando era niño recorría la carretera de Neiva – Bogotá con mi padre, y recuerdo que era una vía tan angosta como deteriorada; hoy, después de 30 años, hasta ahora se está terminando la doble calzada Neiva – Girardot y la vía Girardot – Bogotá, aunque ya está construida, entró en deterioro, además, ha sido imposible resolver el problema del derrumbe en el sector de Melgar. En otras palabras, llevamos años de atraso en la ejecución de grandes obras que servirían para mejorar algo tan importante como la conectividad ¡Y este es apenas uno de los muchos casos!


Ahora bien, no solo se trata de construir por construir, sino de hacerlo estratégicamente. Hay que ser precisos a la hora de decidir en qué lugares llevar a cabo dichas obras, pues la idea es que maximicen la inversión y den respuesta a las necesidades de la sociedad.


En este sentido, la propuesta y ejecución de un megaproyecto debe vincularse con las metas de desarrollo social y territorial del Estado; de este modo, se alcanzarán los objetivos de gobernanza en pro del país. Es posible que la economía, la cultura, el turismo, la educación, el comercio y demás sectores de un territorio sean impactados positivamente a través de la ejecución transparente y efectiva de grandes obras.